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El líder del Mundial, Valentino Rossi, protagonizó el jueves una conferencia de prensa esperpéntica, en la que acusaba a Marc Márquez de querer beneficiar a Lorenzo con su pilotaje para que fuera este, y no el italiano, el campeón de un Mundial que esperará el desenlace final en Valencia, dentro de dos semanas. Este domingo, en Malasia, el piloto español, falto de ritmo y juguetón como nunca —ahora te adelanto, ahora me pasas tú a mí, ahora intento tirar, pero me quedo contigo porque no puedo, o quién sabe si no quiero—, le sacó de quicio. Y logró que el italiano, a menudo todo carisma y sonrisa, pura tensión en las últimas semanas, perdiera los papeles. Rossi, el ídolo de masas, el tipo que pone cara y ojos a este campeonato del mundo, perdió el juicio.
No está claro si lo perdió ya el jueves, cuando compartió con el resto del mundo su curiosa teoría de la conspiración —acusaba a Márquez de beneficiar a Lorenzo en Phillip Island, a pesar de que le ganó con un adelantamiento en la última vuelta—, o si solo se le escapó de las manos cuando erró el tiro al disparar contra el de Cervera, un rival demasiado atrevido y con nada que perder a estas alturas de la temporada, un rival que buscó en la pista a Valentino y encontró al peor Rossi, que lo tiró de una patada.
El caso es que cuando Il Dottorepodía bordar con un par de carreras finales una temporada mayúscula —apenas se ha bajado del podio en dos ocasiones, y quedó cuarto— y, seguramente, apuntarse su décimo título de campeón del mundo, una barbaridad al alcance de muy pocos —solo pilotos de otra época, como Agostini, lograron sumar 15 Mundiales—, enloqueció cual Zidane en el Mundial aquel verano de 2006.
Rossi, apremiado por las pocas carreras que le quedaban para sentenciar un título, apurado porque perdía puntos de ventaja al frente de la clasificación con la rapidez con la que su compañero de equipo es capaz de hacer la primera vuelta de una carrera, empezó a ver fantasmas hace unas semanas. No ha vuelto a ganar desde Gran Bretaña. Y desde entonces ha perdido dos duelos: con Pedrosa y con Iannone, a quien no le hizo falta explicarle en público que no lo quería en medio de él y Lorenzo. Su compatriota se aparta solo. Pero Márquez es distinto. “He visto el gesto que me hacía con la mano unos minutos antes, pero a mí no me condiciona”, espetó ayer el de Honda, después del accidente. Al final han perdido ambos.
Excelso Pedrosa
Tras siete vueltas de infarto, repletas de adelantamientos (15 en total, nueve solo en el quinto giro), miradas, envites y juegos varios, Rossi decidió que la partida había terminado. Se habían entretenido tanto entre uno y otro que habían dado vía libre a Lorenzo, lo único que el italiano no debía hacer, y este, después de unas primeras vueltas magníficas, era el único que le seguía el ritmo a un Pedrosa excelso, así que tanto uno como otro corrían solos, primero y segundo, sin que nadie les molestara. Nada que ver con el panorama que tenía Rossi, que se encargó de asegurarse, al menos, la tercera plaza. Subiría fácilmente al podio si se quitaba a Márquez de en medio. Y así fue. Dice que solo intentó amedrentarle, que ya es mucho. Lo que se ve en las imágenes es que le espera en la penúltima curva y en lugar de tomar el interior, se abre, se va frenando, obliga a Márquez a seguir con él y cuando le tiene bien cerca provoca su caída con una patada.
No es la primera vez que Rossi y Márquez se encuentran en la pista este año. Ya lo hicieron en Argentina, donde el italiano fue mucho más sutil e inteligente. No hizo nada incorrecto, además, solo que cuando Márquez entró al juego, él supo cómo jugar con su moto y con su cuerpo para que aquel acabara en el mismo sitio que ayer: en el suelo. En Assen, volvieron a tocarse, pero esta vez el italiano fue más astuto todavía: era la última vuelta y para evitar el contacto, levantó la moto y se fue recto, se saltó la chicane de entrada a meta y ganó la prueba. Esos son los dos episodios que Rossi ha recordado este fin de semana y que, según él, motivan a Márquez a ayudar a Lorenzo. Ahora, podrá sumar un tercero.
La carrera en Sepang la ganó Pedrosa con la misma constancia que había exhibido en la pista durante todo el fin de semana. Salía desde la pole. Y se escapó en cuanto se apagó el semáforo.