En el lenguaje ordinario, la palabra ‘nada’ se suele utilizar como un sustantivo. Este fenómeno lingüístico produce la idea de que con la palabra ‘nada’ nos estamos refiriendo a alguna especie de objeto misterioso con propiedades paradójicas. Porque, debido a que con ‘nada’ nos referimos a la ausencia de todo objeto, el uso de esta palabra a modo de sustantivo mete de contrabando la idea de que, a pesar de ser una ausencia universal de objetos, es alguna especie de ‘algo’ que se conforma como el anti-algo de los objetos positivos.
Pero la verdad es que no es necesario ir más allá del definiens de ‘nada’ para dar con su sentido correcto. Si con ‘nada’ estamos indicando una ausencia universal de objetos, entonces la función que cumple esta palabra es la de ser una cuantificación y no la de ser un sustantivo. Por lo tanto, con la palabra ‘nada’ en realidad estamos diciendo que todos los miembros de un conjunto dado (que en el lenguaje ordinario se determina de manera implícita a través del contexto de habla) no cumplen una propiedad determinada.
Si todos los miembros del conjunto de los objetos empíricamente observables no son aquello que nuestras primeras interpretaciones dicen que son, decimos «Nada es lo que parece». Si todos los miembros del conjunto de herramientas creadas por el ser humano carecen de utilidad universal, decimos «Nada sirve para todo». Si todos los miembros del conjunto de las medicinas psiquiátricas que nos han recetado hasta ahora han dado resultados negativos, decimos «Nada me funciona». Etcétera.
Como podrás notar, la palabra ‘nada’ sólo te está diciendo que no existen miembros de un conjunto determinado que cumplan la propiedad de la que se está hablando.
Esto es en el caso de la cuantificación subproposicional. En el caso de la cuantificación proposicional la cosa se pone un poco más interesante. Porque en este caso podemos decir «Nada existe», queriendo decir con ello que no hay un hecho efectivo del cual se pueda conformar una realidad dada (tatsache en la terminología del primer Wittgenstein). En lógica, esta proposición quedaría formalizada de la siguiente manera:
A.
o, alternativamente:
A’.
La pregunta que surge ahora es «¿Lo es?», y la respuesta correcta es «Depende». ¿De qué? Del dominio de discurso. Esta proposición puede ser verdadera o falsa dependiendo de cuál sea el dominio de discurso de los cuantificadores proposicionales. Si el dominio de discurso es el conjunto de todos los hechos posibles (sachverhalt) narrados en el libro de Alicia en el país de las maravillas, «
» es verdadera. Si, en cambio, el dominio de discurso es el conjunto de todos los hechos, no del mundo de Alicia en la país de las maravillas, sino de este mundo en el que vivimos (independientemente de si los conozcamos todos o no), la proposición obviamente es falsa (y, por lo tanto, «
» sería verdadera).
Esto quiere decir que la proposición «Nada existe» no es una imposibilidad lógica, como comúnmente se cree. ¿Por qué? Porque una imposibilidad lógica es falsa en todos los dominios de discurso posibles, y esta proposición es falsa bajo algunos dominios de discurso y verdadera bajo otros. Sin embargo, cuando entramos a terrenos metafísicos y ontológicos, rechazamos esta proposición con calificativos modales. Así que, en todo caso, podríamos decir de ella en dichos terrenos que se trata de una imposibilidad ontológica, pero no de una imposibilidad lógica.
¿Cuál es la diferencia entre una modalidad lógica y una modalidad ontológica? Obviamente, toda posibilidad ontológica es una posibilidad lógica, pero no toda posibilidad lógica es una posibilidad ontológica (incluso dentro del dominio de las lógicas clásicas). Así que, para definir la posibilidad ontológica, hacen falta más elementos de los meramente lógicos.
Y con esta cosilla sobre si «existe la nada» lo dejo por hoy, jueves (o juernes) 12 de diciembre de 2024.